jueves, 29 de enero de 2009

LA ESCUELA COMO ENTE TRANSFORMADOR

Por : Victoria La Cruz Garcés
Fecha : 15/06/06

Cuando el individuo ingresa a la escuela, según las actuales reglas, debe considerar que lo que se enseña es lo que “VALE” y por tanto debe “APRENDER” los valores que la escuela tiene, aceptándolos, porque ello le permite “CONVIVIR PACÍFICAMENTE” con el sistema; lo cual indudablemente expresa la voluntad de alimentar y reforzar, en los estudiantes una personalidad de conformismo. La jerarquía es otro de los valores inherentes a la escuela, ésta refleja, sin hacer nada en contra de ella, los valores dominantes, manteniendo la estratificación actual en la sociedad y sus claros vehículos de amordazamiento, sumisión y hasta casi laxitud mental.
La escuela cumple con el cuidado del niño, lo cual es más peligroso aún, con la enseñanza de valores tales como “sálvate tú por encima de quien sea”, “no importan los demás”, “hazlo tú solo”, “di quién fue y tendrás buena nota”, etc.
Sirviendo, así de colchón mental al liberalismo, a la conciencia sin conciencia y a la explotación.
La escuela por tanto debe ser la herramienta a través de la cual el individuo consolida su autoimagen, a partir del manejo adecuado de la dinámica predominante, en la que estarían necesariamente involucrados los docentes, la administración escolar y la política escolar y pedagógica planteada, esto quiere decir que el alumno fortalece, desarrolla y moldea su autoconcepto en la medida en que el sistema de relaciones en la familia y de 7 a 16 años, fundamentalmente en la escuela, sea nítidamente:
· Tolerante sin ser permisivo
· Compresivo sin ser blando
· Firme sin ser intransigente
· Libre sin ser libertino
· Dialogante sin ser complaciente
· En suma democrático y no liberal ni autoritario.

El primer gran cambio que necesitamos es el cambio en la calidad educativa y esto es sólo posible, si cambiamos a las personas que son los agentes y los seres vivos que piensan y sienten y son indudablemente quienes movilizarán los cambios hacia el tercer milenio.
Es necesario por eso romper paradigmas para que la transformación nos oriente de manera conveniente al éxito y la felicidad; pero esto no será posible sino hacemos que los valores sean la clave de la excelencia personal y la característica principal de nuestro camino.
De esta manera nos estaremos asegurando ciudadanos conscientes, autónomos, independientes, seguros e identificados con su pueblo y con su patria y con sus competencias entrenadas para lograr enfrentar con éxito por ejemplo la arrasante y sorda globalización.
El autoritarismo, la represión, la desconfianza, la intransigencia, la persecución y en suma la cultura de la sospecha no educan, infunden temor, no respeto, facilitan la pérdida de la autovaloración, multiplica la desconfianza, aumenta la incredulidad, degeneran la fe, destruyen la verdad, reproducen sumisos, repetidores y genuflexos, para terminar a la larga convirtiéndose en el arma mortal que estrangulará al sistema y a quienes lo representen, explotándonos en la cara a los políticos que no logramos detenerlo. Si no abordamos los temas apagando el fuego en los próximos años.

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